Es verdad que las organizaciones necesitan, hoy más que nunca, instrumentar mecanismos que articulen una adecuada conectividad de sus empresas con todos los agentes con los que se relaciona, en un detallado ejercicio de contextualización, que vincule la estrategia y la praxis de la empresa, con las realidades de la constelación organismos con los que interactúa.
El elemento de diferenciación de las empresas está en el activo principal de las organizaciones: las capacidades de los individuos de la organización, en su habilidad para innovar, para crear conocimiento, en la voluntad de establecer un diálogo constructivo con los miembros de la organización y con sus agentes relacionados, en la habilidad para tratar el ingente volumen de información y conocimiento disponible en la red (física y humana), en el aprovechamiento de las oportunidades emergentes, en una adecuada gestión del riesgo, etc.
La llamada Economía del Conocimiento, es una oportunidad para que las empresas se reinventen. Muchas de las organizaciones han concentrado sus estrategias en la continuidad de su tecnología, de sus mercados, clientes, aliados, etc. El nuevo escenario mundial obliga a las empresas a la reapreciación de sus relaciones con otros agentes, sus productos, los mercados en los que opera, la forma de conectar con sus clientes, la entrada en nuevos sectores de actividad, que antes era imposible abordar.
En ese proceso de reinvención de la empresa, los talentos de las personas de la organización deben ser el motor de transformación. La empresa debe generar marcos adecuados que permitan procesos innovadores de creación de conocimiento aplicado al negocio, la articulación de mecanismos de transmisión y difusión del conocimiento y la información disponible en la organización para facilitar la innovación en el seno de la empresa, la necesidad de configurar empresas abiertas (con múltiples relaciones con otras organizaciones) de forma que los trabajadores accedan a nuevos conocimientos y/o mecanismos de trabajo que fomenten la creatividad interna.
Hoy se considera imprescindible que las empresas asuman el concepto de emprendizaje como elemento clave para el desarrollo de la innovación y la adquisición de talento por parte de los trabajadores de la empresa. Es en el proceso de generación de nuevas actividades, nuevos modelos de relación, nuevos mecanismos de prestación de servicios, etc. donde las personas desarrollan su talento. La definición de esquemas innovadores de gestión que permitan la asunción de riesgos y el diálogo constructivo en el seno de las organizaciones, facilitarán el éxito de dichos procesos.
El trabajador de la nueva economía debe desarrollar una serie de talentos que, aunados a los del resto de la organización y a adecuados instrumentos de gestión, creen una diferencia con sus competidores:
- La capacidad de innovación y anticipación.
- La actitud emprendedora, fuertemente vinculada con la asunción de riesgos.
- La adquisición de conocimientos versátiles y transversales al conjunto de la organización.
- La facilidad para participar en un diálogo creador.
- El desarrollo de la habilidad de desarrollar la imaginación
- La visión global del mundo, adaptándola a las características de cada mercado local.
En el marco de los procesos de transformación que las empresas deben seguir para incorporarse a esta nueva realidad, los responsables de las organizaciones deben propiciar el cambio más creativo, apasionante y retador posible en las empresas: la liberalización de los esquemas organizativos y de gestión, para generar espacios de creación, compartición y reutilización de los talentos de la organización. La revolución implícita en todo proceso de adaptación empresarial a la nueva economía solo es posible con la utilización de las ideas, conocimientos, actitudes y habilidades de los miembros de la organización.